• Es tarde ya. La luna sonríe; suspira y conspira escondida entre nubes de misterio y algodón. El viento me revuelve el pelo, impasible, pero me digo a mí mismo que no tengo frío (demasiadas veces como para que sea verdad). No hay bufandas para mi garganta en el hielo de esta noche moribunda, que me muerde los labios con la rabia de mi propia desesperación. Un paso es una victoria. Dos mil, una condena. Nadie se molesta en contar, sin embargo, el camino de huellas rotas que mis pies van arrastrando tras de sí, en este lento avanzar sobre la nieve.

    Distingo un brillo a lo lejos, perdido en la vasta oscuridad que es hoy mi acompañante. Una luz, una esperanza. Casi me siento más ligero. Casi. Si no me pesaran las botas, si no me dolieran los dedos, si no sintiera cada latido de mi corazón como un sacrificio demasiado cruel para unos dioses que esta noche quieren acabar conmigo. Y aun así el siguiente paso me cuesta un poco menos, y el siguiente me lleva aún más lejos, y un paso más y casi estoy corriendo. La mía sería una sonrisa si no me temblaran los labios. Es suficiente para darme valor. La luz ya no está tan lejos.

    Un paso, dos, tres, media docena y ya casi, ahora sí, ya está aquí, ya la he alcanzado. Una hoguera triste, febril, que tirita de frío casi tanto como yo. Hay un cuerpo tendido a su lado, de cara a la luz, con una mano extendida que jamás logrará atrapar las llamas. Aún le brilla la sonrisa en los labios, una fotografía al pasado, a un tiempo mejor. Y sus ojos… Ah, sus ojos. Nunca su mirada me había dolido tanto como ahora que ya está apagada.

    El último tramo hasta ella lo recorro arrastrándome, sin fuerza alguna ya. Regreso a mi lugar a su espalda, vuelvo a abrazarla. La nieve aún recuerda la forma de mi cuerpo, como si me hubiera estado esperando durante todas estas horas.

    ­- Shireem –susurro en su oído, suave, con temor a despertarla, aterrado por no poder hacerlo ya-. Shireem, ya estoy aquí. He vuelto. –Me rompo, sollozo, se me congelan las lágrimas en las puertas de los ojos-. He vuelto.

    La abrazo con más fuerza y entierro la cara en el cristal de su pelo. El hielo se traga mis gemidos, uno a uno, para que no me vea llorar. No puede enterarse del dolor de volver a su lado, una eternidad después de caminar sin rumbo, en círculos. Soy una cadena que se cierra, vuelvo al punto de partida a morir. Te prometí que no iba a dejarte sola.

    La escarcha me besa los ojos y se me pegan las pestañas, pero ya no tiene importancia; no ahora que ya no voy a luchar más. Me rindo a mi destino, me vuelvo contigo. Esta vez voy a quedarme aquí para siempre.

    -Espérame. Espérame, Shireem. –Algo cálido se me descongela en el pecho, sonreír ya no parece tan difícil ahora que estoy aquí-. Ya estoy aquí. ¿Me ves? Ya he llegado. Ya no hace tanto frío, ¿verdad? Abrázame, de todas formas. Abrázame un poco más fuerte. Así, muy bien. Así está bien. –Una pausa, un latido. El último latido-. Así está bien.